jueves, 26 de junio de 2008

Quisiera que esos brazos rodearan mi cuerpo,
se hicieran un lugar entre los míos,
entrelazándose con mis penas y mis alegrías.

Quisiera para mis hombros esos hombros obsesionándome,
lastrándome el sueño y la conciencia.

Para mi soledad desvencijada,
un lugar en esa mirada oscura.

Permaneceré en silencio cuando vengan a buscarme.
Siempre me siento lejos del lugar en que me encuentro.

viernes, 13 de junio de 2008

“...and I can’t sing the blues anymore
But I can sing this song
And you can sing this song
When Im gone”

James Taylor
He llegado hasta aquí de vuestro brazo,
instigado por la rabia sé que estamos cerca:
que podemos acariciar el cielo con las manos,
aunque no sé cuánto queda con exactitud
ni en qué modo daremos los últimos pasos,
nadie es insustituible, tan sólo el Sol, la Luna,
la sombra que proporcionan la copas de los árboles
y puede que el vuelo inmisericorde de los pájaros,
yo no lo soy ahora ni llegaré a serlo,
aunque he sido feliz caminando a vuestro lado
ya no puedo andar grandes distancias,
pero puedo dar un paso más,
y vosotros podréis darlo igualmente,
cuando me haya ido.

viernes, 6 de junio de 2008

He de buscar un calcetín
donde esconderme,
uno pequeño de monja
que colocar junto a la almohada
para poder hacerlo rápido,
antes del tiempo que se precisa
para ingerir un grano de arroz
o subirse a una bicicleta.

Si no encuentro un calcetín que me resulte útil,
habré de encontrar otro instrumento,
mirar en todas las cajas de herramientas
o en cada uno de los talleres
de los que tengo constancia,
quizás me sirvan los goznes de un armario
o el filo de una aguja,
los colocaré en la cocina, sobre la encimera
o sobre el alfeizar de la ventana,
así podré esconderme rápido,
en menos tiempo del que se tarda
en pronunciar “hipopótamo”,
pintar una estrella con azulejos
o conseguir que un elefante
abreve en el exterior de una ferretería.

Ahora bien,
puede que no sea suficiente,
quizás necesite esconderme contigo
y entonces sí que de nada nos van a servir
los goznes del armario,
el calcetín de monja
o el rostro fino de una aguja,
necesitaremos algo mayor,
imponente, superlativo,
así podremos escondernos
y que no nos vea nadie...

...ni las facturas,
ni los perros,
ni su necedad,
ni los automóviles,
ni los helicópteros.