viernes, 18 de abril de 2008

Un ser humano en bicicleta

Una persona en bicicleta
recorre algo más que unos metros,
es un desgarro en la conciencia,
el aliento de un lobo en el invierno,
despierta la ternura
de una despedida
entre amigos de la infancia.

Una persona en bicicleta
está más próxima a la guerrilla que al parlamento,
constituye una sonrisa entre uniformes,
el primer día luminoso de la primavera
y la hoja que primero amarillea en el otoño.

Una persona en bicicleta
proyecta su sombra hasta el infinito
y abre surcos en el más duro asfalto,
es el séptimo de caballería,
el mensaje en la botella,
ríe con la franqueza de un niño
mientras cruza calles, plazas y avenidas
en compañía de su vehículo magnífico.

martes, 15 de abril de 2008

No lo cuentes

No lo cuentes,
no se lo cuentes a nadie,
ayer me entró pánico,
me dio pavor la noche
y el futuro
como un ciempiés ponzoñoso...
ayer nocturno y tan sólo
me asustó la tienda de té de la plaza
y los lápices de mi escritorio;
hasta ciertos libros,
que hace tiempo leí,
que me gustaron.

No lo cuentes,
ni se te ocurra,
pero ayer noctámbulo,
tan rematadamente sólo,
no pude cerrar los párpados,
confiando en la cerradura del piso,
y la puerta de la habitación,
parecía separar la habitabilidad
de la demencia;
dividir el planeta en lo certero y próximo
y lo lejano e impreciso.

jueves, 3 de abril de 2008

A una bicicleta

Sé que cuesta.
Sé que te asustan el ruido y los automóviles,
que no diseñaron para ti esta ciudad,
que se te arruga el cuerpo
y desploma el ánimo.

Pero qué quieres,
ayer otra vez en los diarios la temperatura,
otra vez las tormentas y la climatología hecha ciscos,
otra vez escribiendo preocupado en el cuaderno.

No nos queda otra.
No nos queda limpiar la tapicería,
ajustar el líquido de frenos
o comprobar la presión
de la atmósfera en los neumáticos.

Hemos de velar el patrimonio,
asegurar la posición de cada especie,
respetar la hojarasca del otoño.

Sé que cuesta,
te atemorizan los coches,
resultan inquietantes tus tuétanos en la calzada,
pero qué quieres,
ya no llueve en abril,
se retrasan los copos en invierno

y sucede demasiado tarde la primavera.

Instrucciones de uso

Si dentro de unos años no soy el mismo
retirarme el saludo en los ascensores,
cambiaros de acera
o escupidme al rostro.

No quiero clemencia,
que recordeis las conversaciones que tuvimos,
penseis que es una moda pasajera
y que todavía soy recuperable.

Hace no sé que tiempo ya

Hace no sé que tiempo ya que no riño con los charcos,
recorro las jugueterías con apenas unos billetes,
golpeo a los compañeros de pupitre en el patio,
salto a la comba, corro embravecido tras los malvados,
me escondo, me ensució, me devoro unos dulces,
las uñas nervioso, terriblemente inquieto.

Hace no sé que tiempo ya que no juego rayuela en las aceras,
me expulsan por hablar a destiempo en las aulas
y acudo a conversar con el director en su despacho,
me rasgo la piel en las caídas, me surgen moretones,
edifico con apenas unos cartones y unas tablas
y quedo vagando por los parques y las plazas y las calles,
apareciendo a cenar tarde, a deshora.

Hace no sé que tiempo ya que no me cuestiono
sí fue en este local raído donde aprendí a no caerme,
esta cicatriz la producida por aquella roja bicicleta con cohetes,
en qué armario quedó para las polillas aquel disfraz de piel roja
que me terminaría poniendo siempre del bando de los que pierden,
y adónde marchó aquella infancia de la que sólo me quedan

estas palabras vagas, comunes, mediocres.

Andante

A todas las habitaciones yo me dirijo a pie,
juego damas con las baldosas detenidas del piso,
se me trastoca un tobillo, la rodilla, una suela o la otra,
me embosca un resalte, me tropieza, me trastabilla,
pero en mi caída prosigo mi conversación conmigo,
y con los árboles,
y con las nubes,
y con los pájaros.

Arte poética

De esta casa en ruinas, de esta vivienda triste,
de este palio con estancias y mobiliario en el que residen
la climatología adversa, la precisa necesidad de los abrigos,
el viento, el agua junto a los calefactores, la nieve,
y la sombra húmeda de las gabardinas detenidas frente a los semáforos,
y el chasquido único cuando los paraguas son abiertos en los recibidores,
y toda la lana que alcance a cubrir el somier de los gatos sin número
que cruzan de un extremo al otro en columnas de a dos y en fondo,
de este habitáculo, de este ronronear de puertas que no cierran correctamente,
de su rostro irreverente,
de su racimo efímero,
de su doliente zócalo,
de sus esquinas en donde hilan su manto fantástico los arácnidos
vienen a veces unos lamentos que no parecen propios,
más hirientes, de un deterioro sin tregua, terriblemente oscuros,
un negro galope que cruza los pasillos y los retretes,
una ceremonia a la que acuden las leguminosas y las cenizas
y en torno a mi deseo los inapreciables ocupantes sin espacio,
los utensilios mordisqueados por los perros y las ratas,
cada uno de los sucios recovecos hacia donde acuden las lágrimas del polvo.

Son entonces de mi pertenencia los vestigios raídos
de quién acude a las peluquerías en camisa,
el cabello que expelen las calvicies,
de todas las puertas sus cancelas mal cerradas,
los jergones desvencijados, quejumbrosos, estridentes,
las chimeneas frías, grises, orilladas de ceniza
y la madera que ardió sobre los buques últimos,
todos y cada uno de los inservibles muelles, sus espirales rígidas,
inútiles artilugios, todos, todos sin procedencia, sin origen,
en mi errante alocución de sombrero con agujeros
para mí los exijo desesperadamente, rasgando mi colosal,
elevada estructura consumida con fatales dedos por una llama insomne.

Como un edificio en el derribo arde mi corazón de estima por quien no luce,
por la madera, los ladrillos sobre las aceras, las corbatas,
no es sino una fortaleza mi espíritu en la que querría los dientes podridos hallaran alivio,
un sencillo soportal frente al que quedaran vacíos los quirófanos,
porque pueden solicitarme ciertas palabras los rumiantes,
y los huéspedes de mi dormitorio pueden dormir aún en las estanterías,
y beberse mi cerveza oceánica con la sed de los recién recuperados en los desiertos,
y acudir a mi cocina sin aceite y sal, sin delantales,y dormitar bajo mi manta y mis emociones para evitar la agonía del cautiverio.

Para no recordar

Para no volver el corazón hacia atrás
una palabra,
una sonrisa,
un beso.

Para no volver el corazón hacia atrás
una despedida,
un beso,
un amigo.

Para no volverse hacia atrás
una palabra,
un amigo,
una despedida.

Para no volver hacia atrás la vida,
la sonrisa,
la palabra,
el amigo,
el beso.