Marchó de esta ciudad la inocencia
cuando se llevaron los tranvías.
Con los aparatos rotos y lentos,
también se fue la ternura que
tienen las vidas cotidianas
por los asuntos sencillos.
Los automóviles han sido siempre uno complicado.
Nadie pensaría en ellos como idóneo escenario
para todas y cada una de las cosas –bellas o no-
que la vida procura.
Ésta fue siempre más hermosa con tranvías.
Su cuerpo metálico, sus pies de arraigo,
supusieron durante tiempo y tiempo; horas y horas
de andar subiendo y bajando película
a los cinematógrafos.
Tiempo y tiempo; horas y horas
de diálogos y emociones; de crepúsculos
y auroras; de contiendas, deserciones
y triunfos.
Recuerdo aún los raíles sujetos al paseo.
Me parecieron siempre huellas indelebles
del elefante que dormita.
Ahora regresa a su dominio;
el enorme paquidermo despierta
fortalecido de su letargo.
Ya no es lento, no está roto. Con él volverá
la inocencia a invadir de esta ciudad sus calles
y podré enamorarme sobre su lomo
como no me dejaron hacerlo entonces.
Entonces, cuando yo tenía un año tan sólo,
uno tan sólo, y nos arrebataron los tranvías.
viernes, 12 de marzo de 2010
martes, 9 de marzo de 2010
domingo, 7 de marzo de 2010
lunes, 1 de marzo de 2010
No todos fuimos todo.
Estaban los cinematógrafos,
las cajas de música
y las bailarinas de cerámica
que fueron otras cosas,
pero no todo.
Los demás sí lo fuimos
y dejamos en ello risas,
sonrisas, lágrimas
y rencores.
En ello frases de amor
a medio pronunciar
y otras que pronunciamos
demasiadas veces.
Sin embargo, no todos
fuimos todo.
Estaban los vasos y sus estantes,
los bolígrafos que tenían en
propiedad sus escritorios
y muchos elefantes sin vestir
que por no tener qué ponerse
tampoco lo fueron todo.
Y los demás, también ellos
que de ser tan miedosos,
asustadizos, de ser temblores,
dejaron marcharse la efusividad,
los alborozos y las alboradas,
no siendo nada.
Estaban los cinematógrafos,
las cajas de música
y las bailarinas de cerámica
que fueron otras cosas,
pero no todo.
Los demás sí lo fuimos
y dejamos en ello risas,
sonrisas, lágrimas
y rencores.
En ello frases de amor
a medio pronunciar
y otras que pronunciamos
demasiadas veces.
Sin embargo, no todos
fuimos todo.
Estaban los vasos y sus estantes,
los bolígrafos que tenían en
propiedad sus escritorios
y muchos elefantes sin vestir
que por no tener qué ponerse
tampoco lo fueron todo.
Y los demás, también ellos
que de ser tan miedosos,
asustadizos, de ser temblores,
dejaron marcharse la efusividad,
los alborozos y las alboradas,
no siendo nada.
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