viernes, 12 de marzo de 2010

Marchó de esta ciudad la inocencia
cuando se llevaron los tranvías.

Con los aparatos rotos y lentos,
también se fue la ternura que
tienen las vidas cotidianas
por los asuntos sencillos.

Los automóviles han sido siempre uno complicado.

Nadie pensaría en ellos como idóneo escenario
para todas y cada una de las cosas –bellas o no-
que la vida procura.

Ésta fue siempre más hermosa con tranvías.

Su cuerpo metálico, sus pies de arraigo,
supusieron durante tiempo y tiempo; horas y horas
de andar subiendo y bajando película
a los cinematógrafos.

Tiempo y tiempo; horas y horas
de diálogos y emociones; de crepúsculos
y auroras; de contiendas, deserciones
y triunfos.

Recuerdo aún los raíles sujetos al paseo.
Me parecieron siempre huellas indelebles
del elefante que dormita.

Ahora regresa a su dominio;
el enorme paquidermo despierta
fortalecido de su letargo.

Ya no es lento, no está roto. Con él volverá
la inocencia a invadir de esta ciudad sus calles
y podré enamorarme sobre su lomo
como no me dejaron hacerlo entonces.

Entonces, cuando yo tenía un año tan sólo,
uno tan sólo, y nos arrebataron los tranvías.

martes, 9 de marzo de 2010

Dejadme ser yo mismo en mi tristeza,
en mi semblante amargo, en mi silencio.

Permitid que me corrompa como se corrompe
el caldo acuoso de los bóvidos
dejado en el alféizar a su suerte .

domingo, 7 de marzo de 2010

Uno no exige para sí apenas nada,
quizás un café a mediodía,
el diario de segunda mano
y no dejar nunca de pedalear,
de extremo a extremo,
por un planeta vacío
de automóviles.

lunes, 1 de marzo de 2010

No todos fuimos todo.

Estaban los cinematógrafos,
las cajas de música
y las bailarinas de cerámica
que fueron otras cosas,
pero no todo.

Los demás sí lo fuimos
y dejamos en ello risas,
sonrisas, lágrimas
y rencores.
En ello frases de amor
a medio pronunciar
y otras que pronunciamos
demasiadas veces.

Sin embargo, no todos
fuimos todo.

Estaban los vasos y sus estantes,
los bolígrafos que tenían en
propiedad sus escritorios
y muchos elefantes sin vestir
que por no tener qué ponerse
tampoco lo fueron todo.

Y los demás, también ellos
que de ser tan miedosos,
asustadizos, de ser temblores,
dejaron marcharse la efusividad,
los alborozos y las alboradas,
no siendo nada.