viernes, 14 de noviembre de 2008

Navegué tu espalda como en un susurro,
recorrí tu sudor recién descubierto
muriéndome de ternura y de cariño
y jugué a alojar mis dedos entre los huecos
permitidos por tus costillas, vértebras
y clavículas, estremeciéndome por la lluvia
cayendo al interior de la estancia.

En tu espalda mis manos fueron la pluma,
el viento, cada una de mis penas y alegrías,
los escombros, los relojes, la cautela,
en tu espalda se embriagaron mis uñas
de placer y consuelo,
se adormecieron de bienestar y cordura
y labraron toda la superficie de la Tierra,
en tu espalda mi rubor era un relámpago,
mi timidez era una ausencia,
mi combate quedó relegado al olvido,
en tu espalda mis dedos eran los pájaros,
los ferrocarriles, la correspondencia
transportando hasta su arquitectura
mi tradicional nostalgia.

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