Ya habrá muerto la mujer del banco,
aquel pequeño estandarte de humanidad
que tras el mostrador me alcanzaba
los dólares imprescindibles para el desayuno,
el almuerzo y los vídeos que alquilaba
cada sábado en el video store de la ciudad.
Nunca nos dijimos demasiado.
I wanna take some money out
era la frase más repetida.
How much? también se estilaba mucho.
La cantidad de moneda en curso
variaba con el día, la hora o
si alguien se acordaba de mí
y me sacaba de paseo en aquellos
automóviles enormes diseñados
para que nadie olvide quién manda
en el concierto internacional.
Ya habrá muerto la mujer del banco,
el diminuto espacio tras el mostrador
que fue un chispazo dentro de un chispazo
y no me alcanzará más unos centavos
con que yo desde mi modesta posición
hacía rodar la economía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario