viernes, 4 de diciembre de 2009

Ya habrá muerto la mujer del banco,

aquel pequeño estandarte de humanidad

que tras el mostrador me alcanzaba

los dólares imprescindibles para el desayuno,

el almuerzo y los vídeos que alquilaba

cada sábado en el video store de la ciudad.


Nunca nos dijimos demasiado.

I wanna take some money out

era la frase más repetida.

How much? también se estilaba mucho.

La cantidad de moneda en curso

variaba con el día, la hora o

si alguien se acordaba de mí

y me sacaba de paseo en aquellos

automóviles enormes diseñados

para que nadie olvide quién manda

en el concierto internacional.


Ya habrá muerto la mujer del banco,

el diminuto espacio tras el mostrador

que fue un chispazo dentro de un chispazo

y no me alcanzará más unos centavos

con que yo desde mi modesta posición

hacía rodar la economía.

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