Si vais para casa y yo no vuelvo,
y habéis de sentaros en el mismo banco de la plaza,
bajo la sombra inabarcable del mismo árbol,
a leer el libro aquel que os presté
-convencido de que os gustaría-,
recordad mi bicicleta y mi calzado,
recordad que son mis tuétanos y mis vísceras,
que me llevaron a todas partes,
que no hubo para ellos rincón imposible,
que jamás me hicieron renunciar al alba
y devastaron las cadenas y el aburrimiento
como aquellas mañanas de primavera
en que ansiábamos ver llover en la calzada
y limpiarse las derrotas de siempre...
...como nunca.
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