lunes, 11 de agosto de 2008

“...si no viene la montaña, anda a buscarla”

Víctor Jara


No viene ni en sus autos de color brillante allá en el fondo,
en sus monturas con cabellos
de los que sujetarse y soportarse tampoco se aproxima,
en sus bicicletas marchando de a dos en dos y de a tres en tres,
en sus zapatos con polainas sucias y desgarbadas por el polvo,
en sus vehículos grandes como paquidermos
alimentándose de las acacias no ha subido
ni guardó siquiera espera por un instante
ni preguntó qué línea, qué parada , qué cuadra,
no ha tomado una fotografía chiquita con que significar sus documentos,
el pasaporte en un cajón es devorado por los insectos,
el carné quedó del lado de la encimera,
de donde se obtienen los platos de loza
para alimentarse con educación,
en donde las soperas se secan de su baño
frecuentado tras las comidas.

No viene la montaña, no viene, no viene...
ni se acerca, se mantiene invicta en su lugar,
lejos, en la distancia, inquebrantable,
nada corrompe su fortaleza de piedra,
su lugar inexpugnable no lo afecta nada
y ningún objeto atraviesa su coraza inconquistable;
la montaña no viene, ni siquiera se acerca,
permanece en su lugar único, en su mismo territorio,
es inútil la pertinaz acometida de mil húsares locos,
inútil mil enfurecidos jinetes de la luz golpeando su raciocinio,
inútil el sudor y la sangre vertidos sobre el piso,
aciagos sobre el piso,
obscenos sobre el piso.

Caminamos a su encuentro,
andamos tercos y audaces,
proseguimos el camino, un itinerario concreto, una senda determinada,
ella no viene, no es preciso, nosotros llegaremos a sus laderas,
dormiremos acurrucados bajo sus arbustos,
saciaremos nuestra sed en sus arroyos indomables,
y el hambre de nuestros cuerpos de sus árboles magníficos,
la montaña no viene,
nosotros andamos a buscarla.

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