Busqué inagotable
en qué rincón poder depositar mi patria,
en qué lugar ella estará a resguardo del invierno,
podrá superar la nieve y los escombros.
Y encontré aquellas manos de barro,
con melancolía, ingrávidas
para los ríos de mi desconcierto,
la cordillera con que sueñan mis pasos
o la altiplanicie en que dormito
cada madrugada.
Quizás allá pueda caber mi país irredento,
murmurante e indómito;
en esas manos,
en su orden sencillo,
en su rumor de primavera
que irrumpe furtivamente
en mitad de la noche.
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