miércoles, 22 de octubre de 2008

Si yo, sobre tu cuerpo,
deposito un grano de cereal
de aquella cosecha
que construí con mis manos desnudas
y tú lo alojas en tu vientre,
y le procuras crecimiento,
su contorno se expande con peligro,
alcanza las escuelas, las fábricas o los dormitorios,
y compite con la Luna por un espacio
en la atmósfera de la que respiras
y obtienes la luz que te invade.

Sí la tierra que en mi permanece,
la que me suministra abrigo y reconforta,
recibe tus pies descalzos como lluvia,
entonces tu cuerpo se transforma en una reja
y tu cintura abre surcos en los que alojar
el producto de mis manos y mi sombra,
así se hacen nuestros el pan y la vendimia,
las sonrisas, los quehaceres, las alcobas
y se comienza a desperezar la madrugada.

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