martes, 27 de abril de 2010

Tengo un amigo
-amigo por decir algo-
que es idiota.

Aunque eso sí,
me agradece el pesimismo
con que me miro al espejo
y recito, una por una,
todas mis penas.

Con palabras
como las que ahora escribo,
los que perdieron su corazón
-o no lo tuvieron nunca-,
él afirma pueden acercarse
algo al concepto de arte
que tanto les rehúye.

A mí, en lo que me toca,
me importa un bledo,
si uno recita de extremo a extremo
cada uno de los aspectos que le afligen
no es jamás en relación a esas arterias
artísticas que hay quién asegura
a los poetas se nos desangran a mares.

Aunque yo siempre dije que poeta no soy,
que yo tan sólo escribo versos.

Si yo recito,
frente a los espejos míos,
una por una,
cada una de ellas,
cada una de mis penas,
es porque de su número que no gestiono,
terminan casi solas vertiéndose,
derramándose a mares,
sobre cualquier espacio en blanco.

No hay comentarios: