jueves, 4 de septiembre de 2008

Abuela,
qué dura tu vida en la fábrica,
qué dura tu vida en los campos,
qué dura tu vida en la casa,
cuánto esfuerzo en el trabajo,
cuánto trabajar sin recompensa.

Ahora las personas desconocen,
creen que todo es así por nada:
qué poco conocen el dolor del hambre,
qué poco conocen el dolor del trabajo,
qué poco conocen el dolor de tu vida,
pero yo si sé,
me han deslumbrado las mismas cosas,
los mismos escaparates,
las mismas pantallas de los mismos televisores
y luego aprendí el precio de un pedazo de pan,
el coste de dormir bajo un techo
y que nadie se enriquece si no roba.

1 comentario:

Aira Windfeather dijo...

Hola,
sencillamente te diré que me gustan tus poesías, especialmente estas dos últimas porque son más intimistas y trasmiten sentimientos que traspasan las fronteras de la anatomía para llegar más adentro, al lugar que ocupan los recuerdos. Todos tenemos lugares más allá de los que relucen, me gusta conocer esta parte de ti. (Marta-pedalea)