lunes, 1 de marzo de 2010
Estaban los cinematógrafos,
las cajas de música
y las bailarinas de cerámica
que fueron otras cosas,
pero no todo.
Los demás sí lo fuimos
y dejamos en ello risas,
sonrisas, lágrimas
y rencores.
En ello frases de amor
a medio pronunciar
y otras que pronunciamos
demasiadas veces.
Sin embargo, no todos
fuimos todo.
Estaban los vasos y sus estantes,
los bolígrafos que tenían en
propiedad sus escritorios
y muchos elefantes sin vestir
que por no tener qué ponerse
tampoco lo fueron todo.
Y los demás, también ellos
que de ser tan miedosos,
asustadizos, de ser temblores,
dejaron marcharse la efusividad,
los alborozos y las alboradas,
no siendo nada.
miércoles, 20 de enero de 2010
La capital de Venezuela se decía Caracas,
una raíz cuadrada siempre era una raíz cuadrada
y los elefantes devoraban su comida
en las amplias extensiones del continente negro
tan sólo porque los cazadores blancos
habían decidido no terminar con sus vidas
ese día.
Nunca nos dijeron si en Caracas
las personas vivían como personas
o en elevados rascacielos impersonales
o en tristes alcobas de lata y madera
o en las fábricas, las oficinas
o los barrios de lujo enlujados de lujosidades.
El único aspecto meritorio de Caracas
era ser la capital de Venezuela.
El único mérito de los elefantes,
era mantenerse con vida antes de que
una bala pálida acertara en su corazón rojo.
Luego se acercó hasta nosotras
el final de la adolescencia y la adultez…
…no sólo las raíces cuadradas eran tan sólo raíces cuadradas,
también había derivadas que eran tan sólo derivadas
e integrales que servían, tan sólo, para integrar
todos aquellos números que pedían ser integrados
y los elefantes estaban a puntito de extinguirse
porque hacía mucho tiempo
que ya habían decidido
terminar con sus vidas…
…ah! y Caracas era una ciudad triste
con alcobas de lata y madera
e interminables rascacielos impersonales.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Con un poco de azúcar
ha sido muy importante, mantener el suministro mundial de polisacáridos
que es como llaman en los grandes salones de los laboratorios
a los azúcares.
Antes era fácil.
Teníamos Cuba en propiedad que, aparte de playas de arena blanca,
tiene también campos de caña verde que son un primor.
Salvo cuando el tiempo de la zafra.
La zafra era y es un trabajo asqueroso.
No nos importaba, al fin y al cabo, no lo hacíamos nosotros.
Luego perdimos la isla y menudo choto cogieron algunos...
...lo cierto es que la recuperaron sus legítimos dueños.
Tampoco.
A sus legítimos dueños los habíamos exterminado apenas llegar.
A alguien se la devolvimos, seguro, y se nos acabó lo de producir
azúcar a cascoporro.
Entonces llegó a estos eriales la remolacha azucarera y las azucareras
y la canción de Mary Poppins seguía estando en el top manta y sonando
a todo volumen en los cuarenta principales.
Más tarde inventamos el neocolonialismo, el neoliberalismo y la globalización
y siguieron exigiendo su ración de azúcar los ciudadanos honrados y capaces.
Aquí se acabó lo de la remolacha azucarera y lo de las azucareras.
Ahora todo es maíz y alfalfa. Será por lo del cambio climático.
Según he oído, como sumideros de carbono son muy eficientes.
A mi tío, agricultor, lo vamos a meter en una jaula,
algún parque zoológico seguro pujaría por él, aunque nosotros
lo cederíamos por lo que quieran ofrecernos.
El podrá comer todos los días y ser por fin el centro
de alguna atención, algo que a todos nos encanta, aunque
lo neguemos, un muchito.
Ya habrá muerto la mujer del banco,
aquel pequeño estandarte de humanidad
que tras el mostrador me alcanzaba
los dólares imprescindibles para el desayuno,
el almuerzo y los vídeos que alquilaba
cada sábado en el video store de la ciudad.
Nunca nos dijimos demasiado.
I wanna take some money out
era la frase más repetida.
How much? también se estilaba mucho.
La cantidad de moneda en curso
variaba con el día, la hora o
si alguien se acordaba de mí
y me sacaba de paseo en aquellos
automóviles enormes diseñados
para que nadie olvide quién manda
en el concierto internacional.
Ya habrá muerto la mujer del banco,
el diminuto espacio tras el mostrador
que fue un chispazo dentro de un chispazo
y no me alcanzará más unos centavos
con que yo desde mi modesta posición
hacía rodar la economía.
viernes, 3 de julio de 2009
El dragón comenzó a devorarme.
Como suele suceder, ha ignorado
mis extremidades y su mandíbula
la ha dirigido directa a mis entrañas.
Otras veces lo intentó disperso.
Sin embargo, algo me repite
insistente, que en ésta no bromea.
Sus dientes evitan mis brazos y pies,
contribuirán a sus propósitos. Procura
no dañarlos, no provocarles el más
leve rasguño.
Mis entrañas sí son digeribles, lleva
tras ellas un tiempo inmenso. Una
indivisible adición de instantes las
ha perseguido inagotable.
Lleva tras ellas un tiempo inmenso,
esta mañana comenzó a devorarlas.
Otras veces lo intentó disperso,
parece que ésta será la definitiva.
Me desperté hoy con miedo a vivir.
El dragón comenzó a devorarme.
sábado, 27 de junio de 2009
No vamos a tener arena barro piedra
risas sonrisas chascarrillos advertencias
divergencias certeros paralelismos
certidumbres no vamos a tener
balones vasos de cerveza zapatillas
silbatos almuerzos brindis sin componer
o por componer o por descomponer
no vamos a tener con qué rellenar
tu espacio tu caudal sin medida
tu inmenso sequito de luz
presencia omnipresencia humanidad.
No vamos a tener con que llenarte
llenarnos ahora que no estás aunque
tengamos todavía atenazado
tu recuerdo intenso en la garganta
aunque la incredulidad nos haya raptado
la tristeza luego la tristeza nos secuestre
la alegría luego la cotidianidad
termine de arrebatarnos tu recuerdo intenso
nos quedará un vacío siempre enorme
siempre una oquedad inmensa
para siempre tu espacio huérfano vacío hueco.
Nos veremos obligados a buscar
horas días semanas meses años
y no encontraremos nada nada
que siquiera mitigue tu pérdida
reduzca en algo el espacio lugar
que ocupas espacio posición lugar
de tu propiedad tuyo tuyo como
tuyos son nuestro cariño ternura
necesidad de hablarte de escucharte
de tenerte de saberte inmediato próximo
lejano pero saberte necesidad de
no extrañarte de no echarte en falta
de no llorarte de no tener que llorarte.
sábado, 9 de mayo de 2009
Habrá que matar a Bill,
vuelve a tener más dinero que yo.
No va a ser fácil
que parezca un accidente.
He pensado en ahorcarlo
con el cable de su ratón,
pero seguro que ahora
el roedor que dirige
el cursor por su pantalla
es también inalámbrico.
Otra opción sería
atragantarlo con un tecla
en el desayuno,
pero cuándo se ha visto
que un multimillonario
desayune dientes de teclado
con su café con leche.
Si desayuna café con leche.
Yo lo dudo.
Sólo se me ocurre
adquirir un traje de virus informático
y esconderme en su oficina,
tras los visillos,
para saltar sobre su estructura
cuando no esté atento.
Seguro que así acabo con él,
matándolo del susto.