martes, 27 de mayo de 2008

De un viaje a Canfranc

En ese tren
descubrí el ferrocarril,
la necesidad de conversar por conversar
y que los sueños aquí,
como casi todas las cosas,
se fabrican,
se utilizan
y se arrojan al vertedero,
sin contemplaciones.

Cementerio de trenes en Uyuni

Si te dicen que no estoy,
que extravié el billete
y perdí el tren de la merienda-cena,
ven a buscarme donde el cementerio,
en medio de la arena y el salitre,
al fondo a la izquierda,
junto a los dinosaurios.

Seguro estoy
cargando carbón en las calderas,
peleándome a brochazos con la muerte
o memorizando qué diámetro,
cuál altura,
qué número de vagón,
para recordar todo cuando los niños
me pregunten
qué pasó con los trenes.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Rumorología

Cuando este rumor que me corrompe las entrañas se apague,
no haya en mi nada que aprovechar,
me sienta ya vacío sin remedio
y sea peor que un cuenco sin agua
apartado junto al brocal de un pozo,
quizás haya llegado ya para mi
el momento de detener todos mis relojes,
comprender qué diferencia un grano de arroz
del ruido estelar de las turbinas en los aviones
y marcharme sin hacer apenas ruido.

Del mismo modo en que me he ido desarbolando
con el sucederse de las decepciones, las derrotas y los sin sentidos,
y quedándome sólo, sin conversaciones,
sin molestar a nadie me dormiré en los brazos de un perro,
como el hijo de un perro,
aguardando que ese rumor resurja,
incremente su estructura hasta el estruendo
y borre de mi pizarra
todo lo que me resta por hacer
y las demás asignaturas que no aprobé,
pero que olvidé registrar,
y que también están pendientes.

lunes, 19 de mayo de 2008

Vicisitudes

Cuando me molesta la rodilla,
me quedo rezagado
o no soy capaz de pedalear una cuesta,
me siento más cercano a un engranaje
que a la especie humana
y presiento que no pasarán demasiadas estaciones
sin necesitar una revisión a conciencia,
que me abran en canal como al ganado,
extraigan cada pieza defectuosa,
corroída, en mal estado,
la sustituyan y me recuperen.

La cuestión es que no tengo ninguna fe
en la mecánica,
me resultan aburridos
los móviles perpetuos,
una cadena de transmisión
o la inercia de una polea.
Además, de todas formas,
tampoco creo que a estas alturas
me sea precisa una rodilla nueva,
con la que tengo me voy apañando,
al fin y al cabo ya somos íntimos:
se con exactitud el lugar en que me duele,
el modo en que me molesta
y como evitar que esas molestias
se extiendan.

Me preocupa, sin embargo,
que últimamente el dolor es distinto,
en otro lugar,
de una intensidad diferente
y que es probable que al final
tengan que abrirme en canal
como al ganado.

lunes, 12 de mayo de 2008

Si yo no vuelvo

Para Chabi que me ayudó a iniciar este poema
Para la gente que pedaleó bajo la lluvia que me ayudó a terminarlo



Si vais para casa y yo no vuelvo,
y habéis de sentaros en el mismo banco de la plaza,
bajo la sombra inabarcable del mismo árbol,
a leer el libro aquel que os presté
-convencido de que os gustaría-,
recordad mi bicicleta y mi calzado,
recordad que son mis tuétanos y mis vísceras,
que me llevaron a todas partes,
que no hubo para ellos rincón imposible,
que jamás me hicieron renunciar al alba
y devastaron las cadenas y el aburrimiento
como aquellas mañanas de primavera
en que ansiábamos ver llover en la calzada
y limpiarse las derrotas de siempre...

...como nunca.

viernes, 18 de abril de 2008

Un ser humano en bicicleta

Una persona en bicicleta
recorre algo más que unos metros,
es un desgarro en la conciencia,
el aliento de un lobo en el invierno,
despierta la ternura
de una despedida
entre amigos de la infancia.

Una persona en bicicleta
está más próxima a la guerrilla que al parlamento,
constituye una sonrisa entre uniformes,
el primer día luminoso de la primavera
y la hoja que primero amarillea en el otoño.

Una persona en bicicleta
proyecta su sombra hasta el infinito
y abre surcos en el más duro asfalto,
es el séptimo de caballería,
el mensaje en la botella,
ríe con la franqueza de un niño
mientras cruza calles, plazas y avenidas
en compañía de su vehículo magnífico.

martes, 15 de abril de 2008

No lo cuentes

No lo cuentes,
no se lo cuentes a nadie,
ayer me entró pánico,
me dio pavor la noche
y el futuro
como un ciempiés ponzoñoso...
ayer nocturno y tan sólo
me asustó la tienda de té de la plaza
y los lápices de mi escritorio;
hasta ciertos libros,
que hace tiempo leí,
que me gustaron.

No lo cuentes,
ni se te ocurra,
pero ayer noctámbulo,
tan rematadamente sólo,
no pude cerrar los párpados,
confiando en la cerradura del piso,
y la puerta de la habitación,
parecía separar la habitabilidad
de la demencia;
dividir el planeta en lo certero y próximo
y lo lejano e impreciso.